sábado, 7 de noviembre de 2009

Mi amigo de metal


Fiel como siempre, mi amigo no tarda en aparecer, hecho que me parece realmente asombroso. A pesar de los años, él siempre, tarde o temprano, acaba llegando. Puede ser invierno, verano, puede diluviar o incluso nevar, él vendrá a por mi.

Y es que, al cabo de un tiempo de viajar con mi L-4, este aparato se convierte en un nuevo amigo de metal. Le coges cierto cariño, sin entender muy bien porqué. Quizá sea por su disponibilidad, por su empeño en no dejar tirado a nadie, quizá sea por su capacidad de protección o de refugio, pero si algo está claro, es que para él, no hay distinciones, me recogerá y me tratará igual a mi que a ti.

Son pocas las veces que me he quedado andando sin rumbo por desérticas calles porque él no estaba ahí para ofrecerme su ayuda incondicional.
Sin embargo, al exprimir mi cerebro para recuperar el recuerdo con la mayor nitidez posible, me doy cuenta de que no es él quién me ha fallado a mi, sino al contrario, yo le he fallado a él.

Y ahora, al ver cómo se me acerca con su paso lento pero seguro, me doy cuenta de lo mucho que tengo por agradecerle. Cada escapatoria proporcionada, cada viaje, cada ayuda y por último y por eso no menos importante, cada reflexión.
Por eso al bajarme, me vuelvo, le miro, sonrío y me digo a mi misma con un susurro "Gracias, hasta pronto"

No hay comentarios:

Publicar un comentario