Todos tenemos ciertas cosas que forman parte de nuestra vida y que están tan sujetas a ella que ni siquiera imaginamos un mundo en que no estén. Como no somos capaces de imaginarlo, no concebimos que puedan desaparecer. Sin embargo, aunque parezca que todo esté tan sujeto a nuestras vidas, puede que no sea así.
Un día, sin más, por casualidad, por azar o por algo que desconocemos aquello desaparece. Desaparece sin dejar rastro y lo que es peor, sin mostrarnos como volver a él.
Es entonces cuando nos damos cuenta de lo mucho que lo valorábamos, de lo mucho que lo echamos de menos, de lo mucho que nos ayudaba y curiosamente, jamás habíamos dedicado ni un segundo a agradecérselo, a sentirnos afortunados, ni a pensar lo mucho que nos ayudaba o confortaba.
Irónicamente, cuando no lo tenemos es cuando más lo anhelamos. ¿No somos algo contradictorios?
¿Por qué no podemos valorar las cosas que tenemos, justamente por una cosa tan sencilla como eso, tenerlas? ¿Realmente necesitamos que suceda la desgracia para valorarlo? Desafortunadamente, suele ser así.
Quizás puede que no sea más que un texto de reflexión sobre el mítico dicho "Solo valoramos las cosas cuando no las tenemos". Y quizás al terminar de leer esas pobres palabras no consigan más que habernos robado parte de nuestro tiempo. Sin embargo, quizá puedan conseguir que reaccionemos o a abrir los ojos, aunque tan sólo sea para ver nuestro entorno más próximo.
Quizás deberíamos parar nuestras, generalmente frenéticas vidas para dedicar una parte de nuestro tiempo a pensar qué es lo realmente importante, lo que deberíamos sentirnos orgullosos de tener. Quizás entonces, nos daríamos cuenta de lo útil que nos es el ordenador que usamos, la luz que nos ilumina, la calefacción que nos calienta, todas aquellas cosas que hacen que nuestra casa no sea sólo una casa, sino un hogar, nuestro hogar, todas aquellas cosas que sólo de mirarlas, recordarlas o imaginarlas nos hacen esbozar una sonrisa en nuestros labios. Todos aquellos seres que siempre están ahí, a tu lado en cualquier circunstancia y que precisamente por esta misma razón por estar siempre ahí, no los valoramos.
No esperemos a que esto desvanezca sin más, porque quizás luego sea demasiado tarde. Aferrémonos a todas esas cosas para que no escapen, porque de hacerlo no digamos que no hicimos lo posible para retenerlas. Acaso ¿no es maravilloso llamar a una persona y que en ese mismo instante deje de hacer lo que fuera que hacía para descolgar el teléfono y hablar contigo? Acaso, ¿no es maravilloso mirar a un amigo a la cara y simplemente sonreír, sin intercambiar ni una palabra? Acaso, ¿no es maravilloso abrir la nevera y ver que tenemos cosas para comer?
Cojamos todo eso, disfrutémoslo, paro hagámoslo mientras lo tengamos, no vale la pena esperar a perderlo.
Texto que escribí hace ya unos años al quedarme sin ordenador. Ahora, que me he encontrado en una situación semejante quise rescatarlo, porque por un instante estuve a punto de tropezar con la misma piedra.
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